El pasado año, 18 de octubre exactamente, el pueblo
boliviano acudió a las urnas para elegir democráticamente al gobierno pluri-nacional
luego de una compleja crisis sociopolítica que venía desde octubre de 2019 y
que tomó otros derroteros con la pandemia en el 2020 aumentando la crisis de
salud a todo ese entramado. En ese momento nos encontrábamos en una etapa de
contradicciones donde parecía haberse ampliado la fisura en lo que pensadores
indianistas denominaron las dos bolivias. Sin embargo, como consecuencia de
este proceso también se comenzó a establecer un hecho social y político, por
demás sugerente, con la rearticulación de sectores sociales de diferente característica
en un recambio de liderazgos ante la ausencia de personajes políticos que
quedaron fuera de las luchas por diferentes motivos. Este fue el tablero en el
cual se llevó adelante las elecciones del pasado año, donde se recondujo el
proceso de cambio con nuevos rostros y nombres en la coyuntura política como
parte de las demandas que habían surgido luego de casi 14 años de gobierno del
Movimiento Al Socialismo (MAS).
Sin embargo, luego de la restitución de un gobierno
democráticamente electo y legitimado mediante el voto popular y mayoritario (55,11%)
se comienza otra etapa con un nuevo viraje en las políticas gubernamentales con
las secuelas del gobierno transitorio de muy pocas luces y más bien demasiadas
sombras. Fue corto el lapso y el devenir electoral otra vez comenzó con los
aprestos rumbo a las subnacionales del 7 de marzo, recién pasado. Sin duda,
este nivel de gobiernos han sido un reto importante para la organización
política más importante del país en los últimos años (el MAS) ya que los resultados
que se alcanzaron de forma consecutiva a lo largo de más de una década no se
traducen en los otros niveles de gobierno, a decir de gobernaciones y
municipios. Es aquí donde se abre todo un paraguas de propuestas y figuras
regionales y locales que apelan a una serie de estrategias para captar el apoyo
y que, sin duda, patean el tablero nacional.
En este marco, luego de las elecciones subnacionales
ratificamos el postulado anterior notándose que la hegemonía del MAS no permea
a los departamentos y municipios, pintando de diversos colores el tablero
político en el país y contrarrestando la denominada ola azul. No obstante, los
resultados, todavía no oficiales, además de las pugnas partidarias que se pueden
generar, nos dejan nuevas luchas políticas por seguir hacia adelante que deben
cuestionar las raíces mismas de nuestra sociedad más allá de banderas, siglas o
colores. Estamos ingresando en un nuevo periodo donde la gestión pública
determinará el devenir de nuestros pueblos con personajes de diferente laya
que, lamentablemente, mediante elecciones han llegado a cargos públicos y se
encontrarán en espacios de poder y toma de decisiones. Aquí rompemos la falsa
frontera entre lo público y lo privado para establecer relaciones y
cuestionamientos sobre las personas que, eventualmente, se convierten en
“autoridades”.
En este panorama, las luchas políticas se transfiguran
en luchas sociales enmarcadas en los derechos, principalmente de poblaciones en
situación de vulnerabilidad; estas son las luchas contra la violencia hacia las
mujeres, niñas-niños; luchas contra el racismo, la homofobia, el fascismo,
fundamentalismo y demás cuestiones que son altamente amenazantes para la convivencia,
sobre todo en sociedades plurales y diversas como la nuestra. Así, hacia adelante
tendremos una serie de gobiernos subnacionales con características múltiples,
pero que estarán fluctuantes entre la gestión y pugnas político partidarias,
posiblemente apostando a intereses sectorial o individuales en un futuro
próximo. Con estas consideraciones, el tablero político boliviano todavía sigue
reconfigurándose y la saga está empezando, queda la esperanza que en medio de
estos entramados la clase política no siga rompiendo nuestros tejidos sociales
comunitarios que, aunque puedan ser dañados, jamás serán destruidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario