lunes, 9 de agosto de 2021

BOLIVIA MONUMENTAL


El mes de agosto comenzó con un hecho llamativo, vinculado al intento de quitar el monumento de Cristóbal Colón, ubicado en el Prado de la sede de gobierno, La Paz, lo cual solo quedó en la destrucción de la nariz y el pintado con pintura negra del rostro de dicho personaje, nominado como Cristoforo Colombo, pese a haber sido resguardado por el municipio con anterioridad a la fecha. Sin embargo, no se trata de un hecho aislado, sino que va en concordancia con otros sucesos precedentes como el grafiteado de Simón Bolívar al final de la misma avenida paceña, esta vez realizada por grupos que se manifiestan contra la violencia machista y el patriarcado. En otro caso, se pudo percibir la genial conversión del monumento de Isabel la Católica en la Chola Globalizada, bajo un cuestionamiento a la lógica colonial que pervive hasta nuestros días bajo estructuras de poder y bajo un, perverso, paraguas patriarcal. Lo mencionado ocurrió en la ciudad de La Paz, en un pequeño lapso donde, desde diferentes sectores, se amplía la interpelación a estas lógicas, ahora también, simbólicas. 

De esta manera, el actual Estado Plurinacional de Bolivia, antes República y creada como patrimonio casi personal de Bolívar (República de Bolívar) ingresó en una etapa donde el cuestionamiento llega a la esfera simbólica, lo cual incluso puede afectar aspectos tan subjetivos y profundos como la identidad, principalmente la imaginaria de algunos sectores sociales. Como un colofón a estas acciones contra la imagen de Colón podemos mencionar la irrupción de la cosmovisión y simbolismo proveniente desde las Naciones indígenas originarias, que datan apenas de poco más de 14 años donde se genera un rompimiento de las lógicas de poder tradicionales herederas, también, del colonialismo interno republicano, teniendo por debajo aspectos más complejos como el debate de las dos bolivias con bases indianistas. En medio de estos entramados, se pretende seguir debatiendo y reflexionando Bolivia, ya adentrados en pleno Siglo XXI en medio de resabios aristocráticos y criollo mestizos.

Con lo mencionado, parece haberse profundizado una batalla simbólica vinculada al ejercicio de poder; la cual, posiblemente empezó hace mucho, cuando los invasores ibéricos construyeron sus iglesias sobre los lugares sagrados de nuestros pueblos y que, estratégicamente alguien quiso limpiar con el eufemismo de sincretismo religioso, callando las voces de resistencia mediante el asesinato y hasta el genocidio, poniendo la biblia y la cruz como testigos. En línea con estas prácticas de violencia, no solo, simbólica perpetuada durante los cinco siglos de opresión y resistencia, se crea una nueva República, pensada como moderna pero ejercida como patrimonio de pocos (en masculino). La Bolivia de 1825 (que tuvo tres banderas, más o menos oficiales, y que ahora ha permanecido en el imaginario como tricolor, e incluso hace poco se reutilizó como capa y cubrebocas) se sirvió del gran aporte de las tropas indígenas en la lucha por la independencia, pero las excluyó de los espacios de poder y decisión, además de las mujeres que en concordancia tampoco eran válidas para la ciudadanía sino hasta 1952 (127 años después).

En ese sentido las causalidades para entender la Bolivia Plurinacional, requieren de reflexiones profundas o por lo menos de un mínimo de conocimiento y criterio sobre los derroteros seguidos, más allá de consignas y frases de manual, el manual de la adjetivación, la discriminación y el racismo (ese mismo que quemó la wiphala, otro símbolo, también reconocido como patrio). En medio de estos hechos, argumentados o no, nos acercamos al bicentenario de Bolivia, transitoria entre república y Plurinación. Aunque parece que todavía no hemos superado estas contradicciones neurálgicas para el país que sigue debatiendo en torno a la defensa de fríos y blancos monumentos frente a la incapacidad de la mirada ante el espejo, negando y renegando de la ascendencia que una vez fue sometida y violentada por Cristoforo junto a sus herederos latentes en el tiempo que, incluso hoy en día, buscan blanquearse añorando otros tiempos.

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