Es muy posible que Jorge Gonzales y Los Prisioneros se hayan encontrado en alguna estación entre La Paz, Oruro o Uyuni para componer la letra del famoso “Tren al Sur”. Así, para muchas y muchos de nosotros, seguro, esta canción nos acompañaba imaginariamente para retornar hasta las tierras natales, ya sea de Atocha, Tupiza o Villazón, sin dejar de lado otros lugar tan pintorescos, mágicos y particulares como Oploca, teniendo un regreso al pago con aspectos muy especiales comenzando desde los paisajes que empezaban a aparecer junto a la salida del sol y en medio del anuncio del ¡café, café! Por su parte, la estación de trenes, en muchas ocasiones, fue escenario de las tristes y sentidas despedidas de decenas o cientas de personas que partían en busca de mejores oportunidades en las diferentes capitales de departamentos; incluso en ocasiones sin vuelta. Así, seguramente están en nuestra memoria muchas escenas donde se congelan las imágenes con ese alejamiento de personas queridas, que se quedaban o se iban en medio del pito que anunciaba esas despedidas.
Cómo habrá sido el primer viaje en tren allá por los
inicios del Siglo XX, llevando a la comitiva presidencial entre Tupiza y la
Quiaca, siendo el Presidente, seguramente, el primero en comprarse el manjar
del café con sandwich de mortadela en medio del aire frío y el alba. Posterior
a que el Presidente de entonces haga ese recorrido podríamos ir sumando por
montones las historias que habitantes de estos lugares nos contaran sobre el
tren, seguramente teniendo en parte central el accidente que cobró la vida de
una importante cantidad de personas y otros descarrilamientos menores.
Igualmente nos hablarían de las visitas, y excesos, al coche comedor donde se
podía comer y sobre todo beber hasta que las velas no ardían o hasta que
alguien te pedía retirarte por que habías bebido demasiado. Nos hablarían del
largo viaje entre Villazón y La Paz, totalmente sobre el riel, que era una saga
de aguante mayor. Nos contarían de los productos esperados que se compraban en
Uyuni como los YoguYogu y los chocolates Privilegio, que incluso eran una
especie de patrimonio de aquella estación, al igual que el pan dulce de Oruro
mientras se hacía el trasbordo hacia la terminal y continuar el viaje por
tierra. Nos contarían de las trasnochadas o amanecidas en la fila para comprar
pasajes de tren, en medio de discusiones y otros problemas relacionados, pero
donde encontrabas a muchas personas conocidas o familias enteras que trataban
de retornar a diferentes lugares de residencia. Nos contarían del tren
carnavalero, especialmente preparado para que decenas de personas vuelvan a
Tupiza a disfrutar del carnaval en temporada alta. Y nos contarían tantas cosas
que quedan ajenas a nuestras propias vivencias y que trascienden muchas
generaciones atrás, que veían como todo un acontecimiento para niñas y niños la
llegada del tren que llegaba con aires de desarrollo y modernidad, disfrazada
de diversión infantil y regocijo generalizado.
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