miércoles, 25 de diciembre de 2024

NAVIDAD RURAL

Trenzada navideña en los Chichas

El título del presente escrito proviene de una canción de Alfredo Domínguez Romero, el genio salvaje de la Nación Chichas, que forma parte del álbum “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” que para algunas/os estudiosas/os es una autobiografía de sus vivencias, principalmente, en Tupiza. Así, en Navidad rural, Domínguez logra una concatenación entre la tradición cristiana católica con el día a día de las familias rurales de mediados del siglo pasado. Entonces, es valorable la aproximación que se establece, por ejemplo, cuando indica: Por un niño de una india / Que María se llamó; de igual manera incluye elementos como la coca diciendo: Saboreando su akulliku / El indio Tata José. Por otra parte, podemos resaltar el planteamiento del entorno que realiza mencionando a la chocita rural, la presencia de los bueyes y de los llameros en actitud de reyes, con lo cual se reinterpreta uno de los hechos más significativos de la tradición cristiana establecida en el nacimiento de su salvador y realiza un ejercicio de convertir a estos personajes en más cercanos y, sobre todo, más humanos.


Chocita rural

De esta manera, Domínguez hace un replanteamiento de la escena navideña cristiana en una mirada realizada en los años 70, del siglo XX, justamente cuando el mundo se aprestaba a las revoluciones industriales y tecnológicas, y dentro de una coyuntura sociopolítica compleja y adversa. Aquí es importante, entender la experiencia de vida del autor que, como indicamos, refleja su propia vida en las canciones de este álbum, es decir desde adentro de un pueblo pequeño al sur de Bolivia con gran peso de ruralidad en su cultura, costumbres y tradiciones. De forma similar, encontramos otras canciones que propone Domínguez, inspiradas en la navidad, como ser Navidad en el campo y Navidad Villancico, interpretada junto a Ernesto Cavour y Gilbert Favre, donde se presentan otros elementos de la celebración navideña en estos contextos y se podría destacar la presencia de la población india como protagonista de los mismos y donde la suntuosidad era, casi, inexistente dando paso a otro tipo de prácticas como la trenzada y el baile de adoración bajo una figura de intercambio para recibir chocolate, buñuelos y fruta.


Chocolate y buñuelos para trenzadoras/es

Este tipo de fuentes, la música y canciones, pueden ser un importante referente para contar con los antecedentes de las formas de festejar ciertas épocas del año como en la cristiana navidad. Sin embargo, Domínguez solo muestra una pequeña faceta de las incontables experiencias existentes en el territorio boliviano, por lo que se requiere realizar un trabajo de recuperación de las historias orales en diálogos intergeneracionales para que sean documentadas y sistematizadas. Con este rescate, es seguro que encontraremos una diversidad de formas “propias” de las comunidades, que con la influencia del cristianismo asumieron como propias las fiestas religiosas y que ahora son parte del calendario anual, entre matices de cultura y simbolismo esotérico, encubierto en la navidad.

De forma irruptiva, y lejos de la ruralidad, junto a la revolución industrial (en su tercera y cuarta etapa) y, sobre todo, la tecnológica (en la era de la información) se fueron generando una serie de cambios acelerados en el devenir de los pueblos respecto de la cotidianidad, partiendo del más básico relacionamiento de las personas. Así, desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, hemos visto suceder hechos impensables hace dos o tres generaciones, donde estos solo eran una especie de ciencia ficción, que en la actualidad se han convertido en artilugios amenazantes de enajenación e incremento del individualismo. Con lo sucedido, todavía no conocemos, de forma específica y científica, los efectos y consecuencias de estas nuevas formas de interacción social, mediadas, generalmente, por dispositivos tecnológicos que para las generaciones más actuales está representando, más bien, un aislamiento y, peligroso, ensimismamiento, reduciendo las capacidades de socialización presencial. En este contexto, no podemos dejar de lado las festividades religiosas y folklóricas del calendario recurrente anual que también son permeadas por estas dinámicas.

Entonces, retomamos los planteamientos vinculados a la industria y tecnología que irrumpieron con fuerza en las últimas décadas, afectando las formas tradicionales de asumir, también, las fiestas, entre ellas la navidad. Así, cada año que pasa nuestras ideas y creencias se van redireccionando de manera más drástica y nos alejamos de los sentidos espirituales, no solo cristianos, hacia las dinámicas marcadas por el sistema capitalista y, peor aún, el consumismo salvaje que asocia nuestra capacidad de consumos con la felicidad y la alegría, sentimiento que, sin duda, se exacerba en esta época decembrina. Asimismo, las desigualdades se van manifestando abiertamente en el marco de la capacidad, o no, de lograr mayores compras y consumo que supuestamente tiene origen en los presentes de los reyes magos.

De esta manera, la navidad rural o de las naciones y pueblos indígenas cada vez queda relegada en sus formas, en una especie de gentrificación o desplazamiento simbólico y sutil que el sistema hace mediante la intromisión de la tecnología y su influencia en las imaginarias percepciones de la vida y la plenitud, sin ninguna distinción. Así, avanzamos hacia una sociedad globalizada que amenaza a la diversidad y la interculturalidad que había resistido a muchas invasiones y sometimientos, donde podemos incluir a la ibérica con todas sus implicancias, incluida la fe. En medio de esos devaneos, es importante complejizar el análisis cruzando la cultura y religión, con aspectos vitales como la propia superviviencia de la humanidad, donde este consumismo influye en la sobreexplotación de los, denominados, recursos naturales y recursos humanos, dentro de un sistema de convierte a todo en mercancía, incluidas las personas. 

Entonces, no podemos analizar, de forma aislada, ciertos fenómenos sociales, culturales o religiosos como si fueran ajenos de problemáticas complejas como ser la explotación, consumismo, crisis ambiental y más, que guardan una estrecha relación originada en los sistemas de opresión como el capitalismo. La navidad, así como muchas otras festividades, es el pretexto para el consumismo, el cual requiere de recursos para seguir creciendo, los cuales provienen de la naturaleza (deforestación, contaminación, deshechos); todo ello desencadena circuitos de destrucción que siguen creciendo, así como demanda el capital para su supervivencia y expansión imperial. Es muy posible que, en la actualidad, la navidad rural, por todas las influencias del sistema, sea muy similar al de las grandes metrópolis, pero en cuanto a necesidades inventadas y no así respecto de las oportunidades de poder cubrirlas. Esta situación viene repercutiendo en una serie de aspectos que provocan frustración en nuestras sociedades que no se encuadran al modelo establecido desde occidente y donde, en muchos casos, desde el intento de réplica, no encontramos un reflejo ni identidad. 

Con todo ello, quedan muchos cuestionamientos por seguir resolviendo, esta vez con el pretexto de la navidad cristiana, que sin duda llegó recién hace poco más 500 años y se impuso a las prácticas religiosas propias de nuestros pueblos. Ahí queda otro reto de la descolonización que permita estas reflexiones en todo nivel, donde posiblemente podríamos encontrar soluciones y propuestas efectivas a las grandes crisis que vive el planeta desde miradas más endógenas ancestrales. En la actualidad, estamos inmersos en una crisis multidimensional, ante la cual el calendario suele ser un distractor o, peor aún, un amplificador de las condiciones adversas. Entre medio, es ineludible virar la atención hacia esos espacios rurales y comunitarios, aplicando sus principios y dinámicas también en las ciudades para erradicar de estas al individualismo exacerbado impuesto por el capitalismo en nuestros espacios que siempre fueron comunitarios. 

lunes, 28 de octubre de 2024

CARNAVAL CHICHEÑO

 

Fraternidad "Carnaval Chicheño de Ingeniería", 2024 (Foto: RRSS).

En el último tiempo, el baile conocido como carnaval chicheño se ha ido popularizando en diferentes espacios del ámbito nacional. Así, el año 2024 significó la presencia de esta danza en gran parte del territorio boliviano, incluso en otros espacios como Puno Perú, que fue presentado por la Compañía Artística FEM Bolivia de La Paz (https://www.facebook.com/share/v/hsLZKfnDXA3S7GnB/?mibextid=QwDbR1). Todo ello se coronó con el primer lugar conseguido por la fraternidad Carnaval Chicheño de Ingeniería, junto al grupo de música autóctona Raíces del Pago Chicheño, en la entrada universitaria de La Paz (https://www.facebook.com/photo/?fbid=1038999348117232&set=pcb.1038999444783889&locale=es_LA). Esto generó un mayor posicionamiento de esta representación cultural e identitaria proveniente de varios municipios y comunidades pertenecientes a la Nación Chichas (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Sin embargo, este fenómeno trajo consigo algunos efectos que juegan en contra de la propia danza tanto en su interpretación por las/los “otras/os” y la propia población chicheña que la interpreta, y más aún se extiende a afectar a la cultura e identidad chicheña.

 

Foto: RRSS.

En primer lugar, podemos analizar los elementos constituyentes del carnaval chicheño, el cual de por si lleva consigo un debate interno en la región respecto de su principal instrumento, a decir de la anata. Este instrumento pertenece a la familia de las tarkas altiplánicas y según algunas versiones provino como efecto de la inmigración desde el norte durante la construcción del ferrocarril, hace poco más de un centenario. Esta situación ha producido que se deje de lado a otros instrumentos y danzas elementales de la identidad como ser la caja y el erke, con los cuales se baila la ronda y tonada, además de cantar la copla, sobre todo en época de carnaval. Por su parte, se ha dejado de lado la interpretación musical de la época seca, donde se interpretan los sicus lo cual está fuertemente vinculada con el equilibrio del calendario agrícola y festivos, que tiene profunda significación en la cosmovisión, simbología y energías (https://yanezapostillas.blogspot.com/2023/07/no-se-baila-asi-nomas.html).

 

Foto: RRSS.

En consecuencia y paradójicamente, se generan dos fenómenos sugerentes: primero, parece haberse generado un debate respecto de la apropiación cultural de un instrumento andino, a decir de la tarka, la que ahora es, casi, un sinónimo del carnaval chicheño. No obstante, existen otras versiones que indicas cierta originalidad de la anata ajena a las tarkas, la cual está presente en esta región sureña y en otras como el norte argentino donde también se la interpreta en tiempos de carnaval, donde destaca el carnaval humahuaqueño; con todo ello se requerirán mayores investigaciones que diluciden este cuestionamiento. Por otra parte, la anata ha generado un proceso de menoscabo de la caja y el erke como instrumentos autóctonos de la Nación Chichas, los cuales vienen posicionándose ampliamente en lugares como Tarija la cual se adjudica una especie de propiedad de los mismos, obviándose que estos pertenecen al territorio de los Chichas, el cual se extendía hasta la actual Tarija, esto decanta en una afectación identitaria de unos instrumentos muy autóctono de nuestra gente y territorio. Sin embargo, si hacemos un análisis histórico del origen de la caja y el erke, debemos señalar que estos instrumentos debieron haber comenzado a utilizarse luego de llagada de los ibéricos españoles ya que sus materiales (cuerno y cuero de vaca/toro) provienen de Europa, y, antes de 1492, no existían en nuestros territorios, hasta donde se conoce. Con estos elementos junto a la dinámica propia de la cultura, podemos cuestionar ¿qué es realmente lo nuestro?

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada externa, se ha visto que son diferentes espacios e instituciones las que vienen interpretando las anatas y bailando el carnaval chicheño; desde unidades educativas, universidades y fraternidades, principalmente. Esto ha conllevado que las características de la danza se vayan alterando ampliamente, en algunos casos, variándose desde la vestimenta hasta la forma del baile. Entre estos casos, el más llamativo ocurrió en una pre-entrada de la ciudad de El Alto (Villa Adela) donde se realizó la danza denominada como carnaval chicheño pero acompañada por una tarkeada, diferente en ritmo y velocidad, lo cual mostraba un cuadro extraño que no concuerda con el baile como lo conocemos generalmente (https://vm.tiktok.com/ZMh9vJy42/). No obstante, se debe advertir que la cultura es dinámica y varía con el tiempo y es justamente la propia población tupiceña la que empezó con las alteraciones de lo autóctono, a partir de una estilización de la danza, para que la misma se adecue al espacio urbano alejándose de las comunidades, donde aún mantiene sus características originarias.

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada de forma, el carnaval chicheño tiene como vestimenta elementos centrales de la vida campesina indígena, donde los hombres llevan el sombrero, poncho y abarcas, mientras que las mujeres utilizan el sombrero, blusa, pollera y abarcas. Al haberse trasladado esta danza desde el ámbito rural comunitario indígena hacia la urbe, ha generado un singular fenómeno cultural e identitario donde se identifican contradicciones en este segundo grupo ya que la construcción identitaria de los Chichas, sobre todo en el caso de la ciudad de Tupiza, ha sido desde una ilusión señorial blancoide. Esto nos lleva a la incoherencia y negación de lo indio-indígena que conduce a que la vestimenta típica de la Nación Chichas se convierta en, solo, un disfraz que luego es guardado hasta la próxima fiesta (de disfraces). Peor aún, esta misma población urbana que adopta, ornamentalmente, la vestimenta chicheña en el marco, principalmente, del carnaval, el resto del año asume actitudes racistas y discriminatorias hacia esa población indígena campesina que es de donde surge la cultura e identidad. 

 

Foto: RRSS.

Finalmente, llama la atención que en los últimos años ha ocurrido un fenómeno de apropiación del carnaval chicheño como sinónimo de carnaval tupiceño, ignorándose que esta danza es interpretada en los cinco municipios chicheños, actuales, es decir Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y Villazón, lo cual cobra mayor relevancia en las comunidades que mantienen vigentes elementos más originarios que el interpretado en la ciudad de forma estilizada, siendo también respetuosos de los ciclos del calendario agrícola y su relacionamiento con la tierra y la productividad. Con lo manifestado, las prácticas culturales resultan de mucha importancia para una colectividad, la cual debe ser presentada de forma coherente ya que más allá de los netamente cultural-folklórico se involucra un ejercicio político de posicionamiento de la identidad ancestral que, pese a los cambios sociohistóricos, ha prevalecido en el tiempo, y para el caso de la Nación Chichas, lleva consigo una importante carga y acervo hasta la actualidad que debe ser reflexionada para proyectarse lejos de los riesgos de la folklorización o comercialización en el mundo del show y el sinsentido.

lunes, 8 de julio de 2024

REVISITA A LA OBRA DE ALFREDO DOMÍNGUEZ

Alfredo Domínguez Romero ha quedado dentro de la memoria colectiva de gran parte de la población boliviana que lo recuerda, principalmente, como uno de los mejores exponentes de la guitarra. Igualmente, es también conocido el aspecto multifacético que tuvo el “Genio Salvaje” al haberse distinguido en pintura, grabado y fútbol entre una diversidad de capacidades y destrezas que pudo desarrollar. De esta manera, ha dejado una herencia que se manifiesta en diferentes espacios del día a día en nuestro país y en el exterior, ya que el reconocimiento llegó más allá de las fronteras nacionales destacándose en países como Francia y Suiza. De forma complementaria, debemos considerar el desarrollo de su obra enmarcada en un contexto y coyuntura llena de bemoles como ser la Revolución Nacional o los años de dictadura, que marcaron facetas de su pensamiento y que perviven hasta nuestros días en las letras de sus canciones.

En 1979, cuando Domínguez estaba presentándose en Suiza se enteró de la masacre de Todos Santos ocurrida en Bolivia; entonces, según se relata, hizo una pausa para componer una canción que fue publicada luego de algún tiempo, en ese mismo espacio. De esta manera surgió la composición “No fabriquen balas”, presentada al público suizo ya que las armas del Ejército boliviano eran fabricadas en dicho país. Así, podemos rescatar fuertes críticas al contexto dictatorial de aquel momento, indicando: No fabriquen balas/ya no por favor/mueren mis hermanos/y causa dolor/en este momento/allá en mi país/hay mucho tormento/también de raíz. Entonces podemos identificar el profundo sentido crítico que tuvo, en aquellos complejos años de crisis democrática enmarcada en problemáticas como las desigualdades sociales, discriminaciones y violencia frontal. Incluso cuestionó al mismo orden establecido, en el marco del chauvinismo patriotero, en su propio país, Bolivia, con frases como: Ese cóndor rey del ande / venerado por poetas / es enemigo mayor / de cualquier niño pastor // Si el civismo lo atesora / en el escudo nacional / me resisto a que un traidor / simbolice liberta (Canción “Los corderos”).

 Actualmente, Domínguez es uno de los elementos centrales de la identidad de los Chichas, sobre todo de Tupiza, esto debido a ser su lugar de nacimiento. Es por ello que dentro de su obra se encuentran plasmadas gran parte de las escenas tradicionales que se desarrollan en esta parte del país de lo cual se puede desglosar y entender las formas de expresión de la población chicheña, plasmada en letras como El mundo se reservau / un campito muy sagrau / los genios de la tierra / lo han modelau / con cerros colorados / a cada costau // En la brisa se ha asociau / con su alegre sonrisa / y el silbo del wichico / ha colaborau / pa’ llamarle Tupiza / pueblito encantau. De esta forma, podemos abordar el pensamiento de Alfredo y su forma de entender la realidad de su pueblo que se refleja a la totalidad de Bolivia, por su aspecto de representatividad en los rostros de obreros, indios y migrantes. Entonces, al considerarlo como nuestra proyección identitaria debemos analizar su obra musical haciendo énfasis en las letras que reflejaban sus pensamientos y reflexiones que después se publican mediante canciones, vigentes hasta nuestros días, denunciando la situación actual de la mayoría de la población en el país, con afirmaciones de reivindicación contundente como el “si señora, soy un indio”.

Desde este punto de vista, para todas y todos nosotros, es importante brindar atención especial a las letras, las cuales resultan muy relevantes, complementando la interpretación solo musical, porque aquí están implícitas las formas representativas de lo que debemos recuperar en la construcción de nuestra identidad, significado y significantes. Esta tarea también sigue latente porque dentro de toda su obra, lo que es más conocido son los álbumes “Algo más de Alfredo Domínguez” y “Juan Cutipa”, donde se dio una atención especial a la interpretación de la guitarra con gran capacidad de ejecución. En contraposición, se ha dejado de lado, y en desconocimiento, otros álbumes donde una mayoría de interpretaciones tienen letra que devela y permite adentrarnos en la forma de entender la realidad de aquel tiempo. A esta capacidad analítica del contexto, se suma la opción que tuvo por hacerla pública mediante sus interpretaciones y que estas sirvan como una forma de manifestarse contra los aspectos negativos de una sociedad compleja en uno de sus momentos críticos.

Al recordar un nuevo aniversario del nacimiento de Domínguez (Tupiza, 9 de julio de 1938) recuperamos los profundos mensajes contenidos en las letras que escribió y cantó, fundamentado en toda su vivencia con mensajes de interpelación, mostrándonos que la cultura y la música deben servir para develar la realidad superando la mera folklorización que se presta a manejos instrumentales y vacíos. En una entrevista radial, reencontramos la visión que nos plantea en respuestas como: “Entonces para hacer una pequeña reseña puedo decir que hice la escuela primaria; dos meses y tres días de colegio secundario, gracias a un profesor de inglés que nos trataba de indios, de cholos, mugrientos, sucios. […] Tal vez en este caso el mejor maestro que tuve, era el contacto con el pueblo. […] Tal vez esa tenacidad ha hecho que yo tenga más contacto con gente, con los borrachos, con gente del bajo fondo, con intelectuales, con campesinos, con mineros, etc. entonces ahí he aprendido realmente lo que uno tiene que ser, uno mismo y no otro, para llegar a ser sencillo, amigo; sobre todo amigo” (programa radial La Llajua)*.

Domínguez, el Genio Salvaje, demuestra así que la gente ha olvidado su condición humana, que se pierde entre academicismos y arrogancias que no dicen nada de las personas a lo cual suman miradas raciales que, hasta la actualidad, continúan siendo una compleja problemática en nuestro país y se manifiestan desde prácticas cotidianas hasta hechos estructurales e institucionales. Queda mucho por conocer, dentro del carácter multifacético de nuestro artista, superando incluso su mayor reconocimiento como guitarrista, para ingresar a un análisis del discurso en sus letras y la cosmovisión implícita. Alfredo es más que una biografía, por lo que debemos revisitar, recurrentemente, su obra para superar la simplonería identitaria y culturalista a la que estamos acostumbrados. Con lo mencionado, es posible que cuando alguien pretenda profundizar, solo un poco más, en lo que Domínguez realmente era y proponía, no faltará alguien que refunfuñe diciendo “vos seguí nomás tocando tu charango, sin molestar a la gente decente”.


Aquí la entrevista señalada.

jueves, 20 de junio de 2024

LOS PUEBLOS INDÍGENA ORIGINARIO CAMPESINOS, MÁS ALLÁ DEL FOSPA

 

Evento de clausura XI FOSPA Bolivia, 2024

El curso de la historia ha confirmado que el ser humano es el animal más depredador del mundo. Sin embargo, esta afirmación, a pesar de tener gran parte de verdad, incluye excepciones, de las que identifican a gran parte de la población que, con el relevo generacional, está incrementando su conciencia ambiental y de supervivencia ante las condiciones actuales. Estas luchas y resistencias tienen diferentes magnitudes y alcances, incluyendo aquellas que evitan tirar basura a la calle o reutilizar el agua; incluso quienes integran colectivos u organizaciones que luchan juntos por los Derechos de la Madre Tierra a través del activismo. 

 Sin embargo, a pesar de estos valiosos esfuerzos individuales y colectivos-comunitarios, el sistema capitalista continúa devorando los medios de vida de los pueblos indígenas y campesinos, habiéndolos convertido en recursos naturales, desde una lógica extractivista y consumista que contribuye al crecimiento del capital para unos pocos. A esto se suman las políticas públicas que, desde los gobiernos, en general, suman a estos intereses, desviando la atención de estos problemas complejos e irreversibles, que tienen que ver con la existencia misma de la humanidad en la tierra, hacia discusiones triviales y esporádicas. Este es el panorama actual, que marca el tiempo de forma regresiva ante futuros distópicos que, antes, sólo podían pensarse en la genialidad de autores como Orwell, Huxley o Saramago, pero que ahora se hacen realidad entre rumores apocalípticos del fin. del tiempo.

 Dentro de este panorama, se están promoviendo espacios sugerentes, quizás no lo suficiente, para lograr mayores articulaciones que acerquen diferentes voces y experiencias que provienen de contextos diferentes, pero no lejanos. Entre estos, podemos hablar del Foro Social Panameño (FOSPA), que este año cumplió su undécima edición en Bolivia. En este espacio se pudo discutir diversas problemáticas que se distribuyeron en cuatro grandes ejes: Pueblos indígenas y poblaciones amazónicas, Madre Tierra, Extractivismo y alternativas y Resistencia de las mujeres, sumando hasta 16 mesas de trabajo con temáticas más específicas dentro de estos ejes. Así, este Foro de alcance internacional contó con diferentes etapas donde podemos destacar los pre-FOSPA al interior de los países participantes, que permitieron construir y posicionar propuestas desde cada espacio territorial, incluso más allá de las fronteras nacionales, y más bien con una proyección panamazónica. que surgen de problemas y realidades compartidas.

 En la propia realización del FOSPA, se destacan los aportes de la construcción colectiva de las proyecciones para la integración de los pueblos desde la resistencia a los problemas que vienen afectando a las naciones y pueblos indígenas de esta parte del continente, con un impacto global, encubierto. , fueron importantes como daños colaterales. En los tres días y medio de trabajo se logró consolidar una serie de propuestas y declaraciones dentro de lo que se denominó el Mandato Emergente de jornadas de intercambio dentro de los 16 grupos de trabajo, junto con otras actividades como eventos autogestionados, iniciativas de acción y, con gran impacto, las visitas in situ que contribuyeron al intercambio de experiencias de las comunidades y las vivencias de cada lugar, desde las voces en primera persona. Con lo anterior, el XI FOSPA ha concluido con la difusión del Mandato y el regreso de las delegaciones a sus diferentes lugares de origen, dentro y fuera de Bolivia, retomando la vida cotidiana ante las adversidades productivas, climáticas y sociales, entre otras, en en el mejor de los casos acompañados de plataformas, instituciones u organizaciones de la sociedad civil.

 Queda entonces la incógnita de las acciones y realidades que se presentan en el tiempo más allá del FOSPA. Es ahí que una vez más surgen las voces propias de las demandas comunitarias ante los Estados que no requieren espacios mayores, sino de las luchas históricas que, como dicen, son las mismas desde hace más de cinco siglos. Sin embargo, en este momento hay una diferencia abismal, el factor climático, que es una amenaza latente y contrarreloj, habiendo pasado de ser, en pocos años, cambio a crisis. En este contexto, es fundamental la experiencia ancestral de los pueblos que han mantenido, durante varias generaciones, formas de manejo sustentables y amigables con el territorio y el medio ambiente; por su parte, es decisivo el aporte que hacen a aspectos elementales como la seguridad alimentaria a través del subsidio a las ciudades, que, obviamente, no tiene reconocimiento por parte de las ciudades, posiblemente por el desconocimiento de esta relación desigual entre el campo y la ciudad. . Ignorando el aporte que se hace desde la provisión de alimentos que permite la producción y reproducción del sistema.

 Con lo anterior, es hora de que todos y todas, especialmente desde las ciudades, comencemos a virar nuestra mirada hacia los espacios rurales donde podamos encontrar esa sabiduría ancestral y comunitaria o el bien común que rompe con nuestras lógicas egoístas e individualistas, concordantes con Capitalismo y consumismo salvaje, gran cómplice de la crisis actual. Es hora de recuperar esta lógica de comunidad que nos permita entender las relaciones sociales como un interés compartido para proyectar la horizontalidad como principio de vida, que permita desterrar problemas como el racismo, la discriminación, las desigualdades y la violencia. Este giro de mirada debe permitirnos regresar a las comunidades, no literalmente, sino desde un compromiso social con la construcción de estructuras comunales en el campo y la ciudad, apostando por un cambio de sistema y matriz civilizatoria.

 Por lo tanto, el FOSPA también debe constituirse en un pretexto para la conversación, a partir de la interpelación, primero personal y luego colectiva, sobre las acciones que asumimos día a día, en el espacio más privado e íntimo, hasta la acción que hemos realizado. en zonas públicas, más aún si lo hacemos desde el poder. Al encontrarnos en la segunda década del siglo XXI, quedan claros los importantes problemas que deben ser debatidos y, sobre todo, respuestas inmediatas; desafortunadamente, los intereses y las luchas parecen ser diferentes, más cerca de seguir exacerbando el individualismo retrógrado en verdes y rojos. Paradójicamente, mientras se escriben estas líneas, la crisis climática continúa profundizándose, los incendios forestales continúan y la contaminación del agua continúa, sumando condiciones adversas a una realidad global en ciclos interrelacionados donde la afectación será para todos y cada uno, sin derecho a réplica.

Publicado en CIPCA artículos de opinión

jueves, 21 de marzo de 2024

LOS CENSOS Y LA POBLACIÓN INDÍGENA ORIGINARIO CAMPESINA

Comunidad de Carmen Soledad-Ixiamas

El territorio del, actual, Estado Plurinacional de Bolivia, históricamente tuvo una población mayoritariamente indígena (con sus variantes conceptuales de india, campesina y originaria, entre otras). No obstante, durante los diferentes periodos históricos esta fue considerada como una amenaza a las estructuras de poder que, con la llegada e imposición del régimen colonial, fue cada vez más sometida y excluida. Sin embargo, la población indígena se mantuvo siempre en resistencia en los diferentes periodos históricos, desde la colonia y hasta entrada la república que significó una reconfiguración de los grupos de poder, que, en muchos casos, lo heredaron bajo una lógica de patrimonialización, casi, familiar.

 Con el advenimiento de la República, dentro de un régimen caracterizado por el colonialismo interno donde los grupos de elite pretendían, luego de la independencia, seguir minimizando y anulando a la población indígena pese a que esta, históricamente, fue mayoría. Así se reportaba en el primer documento investigativo que levantó información estadística en Bolivia, a decir del Informe sobre Bolivia de Joseph B. Pentland en 1826. En dicho documento se refiere: “La gran masa de los habitantes de Bolivia se compone por indios aborígenes que forman tres cuartas partes de la población total o sea cerca de 800.000 almas [de un total aproximado entre 1.100.000 y 1.200.000 registrados en ese momento]”. Aunque Pentland no tomaba en cuenta, dentro de esta cifra, a la población, categorizada entonces como, negra.

 Dentro de la historia de los censos en Bolivia, podemos remontarnos al realizado el año 1900 bajo la definición de Censo general de la población de la república de Bolivia. En este documento encontramos elementos importantes que muestran el panorama de constitución de la población de aquel tiempo. En el capítulo III titulado como “Razas”, se identifica a 4: indígena, blanca, mestiza y negra. Pese a que este documento no realiza un análisis conceptual sobre la categoría indígena, si nos permite tener una aproximación a la presencia de pueblos indígenas que en la actualidad han desaparecido a poco mas de un siglo. Asimismo, se reporta la existencia de 920.000 indígenas de los cuales el 9% se encuentran en estado de barbarie. Otro aspecto destacable es la advertencia que se hace sobre la desaparición lenta y gradual de la raza indígena, motivada, entre otras causas, por la sequía, el hambre, la peste y el alcoholismo.

 Resulta llamativo que, en la boleta censal de 1950, se incluye una pregunta respecto de la población indígena planteada con “Si el entrevistado usa ropa indígena escriba SI. En caso contrario anote un guion (-)”, así se muestra una superficialidad respecto de la forma de identificación indígena como algo cosmético y folklorizado, dando como resultado un 62,9% de indígenas. Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente donde, en 1976, se especificaba castellano, aymara, quechua y otro, que para el año 1992 se incluyó el guaraní y otro nativo dentro de la boleta censal. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas (con opciones quechua, aymara, guaraní, chiquitano, mojeño, otro nativo), que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación de un proyecto en las elecciones de 2005 y la constitución de un Estado Plurinacional.

 El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41%, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 pertenecientes a dicha nación, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

 En 2024, mas de una década después como establecen los criterios técnicos, nos aprestamos a un nuevo Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV). Para llegar a este tiempo nuevamente surgieron cuestionamientos y debates desde los categoriales, como la del recurrente mestizo, hasta los político partidarios que apuntan a otros intereses y objetivos como la redistribución de escaños o el pacto fiscal. Mas allá de estos debates macro, se pone en cuestión aspectos determinantes como la autoidentificación de nuestra población que a partir de estos procesos de relevamiento de información demográfica que lleva consigo una serie de aspectos más complejos en un contexto donde se vive un vaciamiento ante un panorama de globalización y transculturización que atentan, también, a nuestras identidades originarias en pugna con lo que se denomina como conciencia étnica.

 Los resultados que vayan a emerger producto de este censo, servirán para conocer la composición poblacional que se tiene en Bolivia actualmente, y saber si las/los indígenas y campesinos continúan siendo un importante porcentaje de la misma. Esto deberá repercutir en políticas públicas que permitan mejores condiciones de vida es comunidades y sectores rurales que son los que subvencionan a las ciudades desde el aporte productivo y la provisión de alimento en las urbes. Este nuevo contexto de la población indígena y campesina se va conformando en medio de factores adversos como ser la crisis climática que obliga a buscar estrategias de subsistencia. A raíz de esta situación se generan otras problemáticas como la emigración hacia las ciudades que, ya en ese espacio, son parte de asentamientos de periferia con poco o ningún acceso a servicios básicos que amplía los círculos de pobreza dentro de una clara vulneración de derechos.

 En este sentido, es determinante que los resultados del CNPV permitan profundizar el Estado Plurinacional de Bolivia, que dentro del proceso constituyente logró el reconocimiento de la población indígena originario campesina (IOC) incluyendo el pluralismo como pilar central de la estructura estatal. No obstante, pese a esta característica, aún falta mucho por avanzar respecto del reconocimiento pleno de las estructuras IOC porque, al igual que se advertía en los albores del siglo XX, la pervivencia de las naciones y pueblos indígena originario campesinos parece estar amenazada por los factores históricos de desigualdad sumada por otros factores vinculados a un periodo de explosión tecnológica que amenaza a las comunidades des un punto de vista cultural e identitario.

 Con este devenir, se desenvuelven una serie de elementos de debate respecto de las formas en que entendemos a los NPIOCs, y sobre todo cómo nos identificamos en ese contexto, habitando un tiempo de globalización tecnológica e informativa. Con los datos que nos brinde el censo podremos conocer nuevas problemáticas que afectan a la población indígena campesina y que se mantienen vigentes dentro de las brechas de desigualdad entre lo urbano y lo rural/comunitario. Como respuesta a esta situación, la población mantiene estrategias de adaptación demográfica como la doble residencia, accediendo a oportunidades laborales, no siempre las mejores, en las capitales, pero sin dejar el arraigo con la comunidad de origen, donde además cuentan con otros insumos productivos como tierras o ganado que complementan la economía familiar de acuerdo a tiempos en el calendario agrícola. Sin embargo, el tema de la residencia también se convierte en un problema ya que se presenta la disyuntiva de distribución de recursos a partir de la cantidad poblacional que habita dentro de un espacio determinado, lo cual también será definido a partir de los resultados del censo, por lo que las comunidades demandan el retorno de su población como parte de las obligaciones colectivas hacia los lugares de origen. Esta situación puede mostrar datos errados sobre la configuración poblacional de Bolivia bajo la premisa de una des-ruralización que en base a la doble residencia no sería tan cierta y requiere de un análisis e interpretación más profunda de este fenómeno sociodemográfico.

 Dentro de un análisis detallado podemos mencionar las problemáticas que afectan a las mujeres campesinas e indígenas que, incluso en este ámbito de ruralidad son aún más afectadas por una serie de aspectos que decantan a partir, del solo hecho, de ser mujeres apelando a una frase que resume esta condición en que “la pobreza tiene rostro de mujer (campesina e indígena)”. Para visibilizar esta condición es necesario realizar estudios mas detallados que nos visibilicen las desigualdades, violencia, exclusiones y demás que se mueven como mecanismos de control hacia las mujeres en estos espacios, donde, incluso, la cultura se encarga de normalizar formas de violencia encubierta y simbólica, fortaleciendo estructuras machistas y patriarcales. Por su parte, el tema de la jefatura de hogar también ingresa en los debates de género, sabiendo que en Bolivia el 35,4% corresponde a mujeres (31,5% en área rural y 37,5% en área urbana). Mas allá del dato estadístico se debe hacer una lectura en detalle sobre este tema que involucra roles reproductivos y productivos además de la invisibilización del trabajo doméstico y la permanencia de lógicas patriarcales que devalúan el aporte de las mujeres dentro de la familia asociando la jefatura de hogar con el trabajo productivo o el rol de proveedor que es parte del arquetipo de la masculinidad tradicional machista.

 Bolivia ha seguido un proceso complejo de configuración social y política donde el factor poblacional es determinante a partir de sus necesidades individuales y demandas colectivas. Esto nos ha llevado a que en la actualidad tengamos constituido un Estado Plurinacional, que justamente resume y encierra todas las complejidades de este proceso donde el sujeto histórico (las NPIOCs) mantienen vigentes las tareas históricas para la construcción de una sociedad mas equitativa y con menos desigualdades, con un pleno reconocimiento del aporte de este grupo poblacional que garantiza la seguridad alimentaria pero que sigue invisibilizada desde lógicas coloniales del poder. Como parte de estas reflexiones es importante introducir elementos de análisis que develen a las poblaciones mas desfavorecidas en este contexto y que se encuentran en mayor vulnerabilidad, a decir de mujeres, niñas, niños, adolescentes y adultas/os mayores, entre otras y que con esta evidencia sigamos profundizando el ejercicio pleno de derechos en medio de entornos respetuosos de la naturaleza, donde se garantice una calidad de vida para las próximas generaciones.

 Con lo antecedido, se debe considerar que dentro del proceso censal que se viene desarrollando la autoidentificación es, sobre todo, un derecho de las personas por tener la pertenencia a un grupo o colectividad, como se establece en la Declaración de los Derechos Humanos y la Constitución Política del Estado boliviano. Esto también tiene una profunda relación con la construcción del sentido de comunidad, presente en nuestro contexto más allá de la residencia en área rural o urbana. A partir de los datos que se obtengan en este censo se deberá mostrar las condiciones de los grupos poblacionales, que en el caso de la población rural permita atender necesidades urgentes para generar accesos y condiciones para este determinante grupo encargado de garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en todos los espacios.

 Por otro lado, resulta necesario seguir debatiendo sobre la doble residencia, que desde una lógica pro urbana pretende ir menoscabando a la presencia rural que, no obstante, mantiene estrategias de movilización y residencias temporales por diferentes motivos como ser la generación de ingresos o el acceso a educación superior, entre otras, pero que no rompe el lazo con su comunidad de origen. Así, [e]n ellas convendría tener además mejores indicios sobre su población de derecho en el doble sentido de la palabra: por pertenecer a tal lugar y territorio y por tener (seguramente) derechos y obligaciones jurídicos, incluida la propiedad en el mismo, aunque, por la razón que sea, no esté viviendo siempre allí, sino también en otra parte, incluso de manera regular (Albó 2021). Como observamos, la realidad misma de nuestra población muestra las dinámicas poblacionales que articulan al entorno urbano y rural, pero que desde una mirada urbanista pretende invisibilizar a la población de las comunidades rurales.

   

Referencias.

 Albó, Xavier. 2021. Tejiendo pistas. La Paz: CIPCA.

Heredia, Luis (coord.). 2016. Desdibujando fronteras Relaciones urbanas-rurales en Bolivia; Cuadernos de investigación 83. La Paz: CIPCA.

Oficina Nacional de Inmigración, Estadística y Propaganda Geográfica. 1904. Censo general de la población de la República de Bolivia según el empadronamiento de 1° de septiembre de 1900. La Paz: s/e.

Pentland, J. B. 1975. Informe sobre Bolivia de 1826. Potosí: Editorial Potosí.


Publicado en CIPCA notas

LA NACIÓN CHICHAS Y EL CENSO DEL BICENTENARIO

 

Con el ingreso del Siglo XXI, la Reconstitución de la Nación Chichas fue cobrando fuerza como una bandera reivindicativa de los que se denominaron, en su momento, los pueblos olvidados del sur en un contexto donde se había truncado la proyección de la departamentalización de los pueblos del sur. Estas acciones fueron activadas en tres ocasiones con: Félix Avelino Aramayo (1880), Adolfo Tórres Carpio (1926) y Enrique Baldiviezo (1943). El departamento proyectado comprendería cuatro provincias: Sud Chichas, Nor Chichas, Sud Lípez y Modesto Omiste, con una extensión territorial de 42.110 kilómetros cuadrados. Sin dejar de lado que este planteamiento venía desde la mirada señorial de los sectores de elite. Luego de estos intentos, se ingresó en un prolongado letargo donde la dinámica estatal hizo que se deje de lado esta proyección circunscribiendo a simples territorios administrativos municipales junto a los bemoles que esto significa y poblaciones cada vez más alejadas entre sí, alimentando localismos perversos.

Junto al proyecto reconstitutivo de la Nación Chichas surgen una serie de inquietudes que se deben ir respondiendo progresivamente. Dentro del proceso histórico, la Nación Chichas es mencionada dentro del Memorial de Charcas (1582), donde se la describe con las características guerreras presentes hasta nuestros días y, sobre todo, indica su existencia desde antes del incario. Posteriormente, en tiempos de la colonia, se ingresa en una organización diferente donde se convierte en el Partido de Chichas, pero se siguen manteniendo aspectos identitarios y espaciales bien diferenciados. Fue más bien dentro de la República que el territorio ancestral empieza a sufrir laceraciones, quedando una parte en territorio boliviano, y otros en Argentina y Chile. Así, la parte boliviana aun sufrirá divisiones político-administrativas perdiendo territorio en Tarija y luego entre provincias (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Esta situación afectó no solo a la división espacial sino a la identidad que, actualmente, debe afrontar ciertas pugnas y diferencias, pese a provenir de un tronco común.

Es importante mencionar que, dentro del periodo republicano, se tuvo levantamientos de información poblacional, donde en 1826, Joseph Pentland, realiza el Informe sobre Bolivia, donde menciona la presencia de población indígena y la importancia de la misma en el territorio boliviano dentro su configuración demográfica, indicando que esta representa tres cuartos del total. Años más tarde, en el que se considera como el primer censo oficial de la República de Bolivia, en 1900, se destaca la presencia de diferentes pueblos indígenas, incluso algunos que actualmente ya no existen, pero donde los Chichas están ausentes o inviabilizados. Entonces queda pendiente seguir ahondando respecto de esta omisión en el censo de 1900.

Ya en el siglo XX, se generó una pugna desde el poder estatal por intentar anular a los pueblos indígenas, pero contrariamente se tuvo una reemergencia de estos. Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas, que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación y constitución de un Estado Plurinacional en 2009.

El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41% de población indígena, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 autoidentificadas/os con dicha nación en todo el territorio, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

Este fue un resultado altamente destacable ya que, por primera vez en la historia se visibilizó la presencia poblacional de la Nación Chichas con una cantidad muy importante que además de toda la tradición cultural demuestra su presencia real en el ámbito plurinacional. Al respecto se debe entender que la necesidad de contar con un dato estadístico oficial, en cuanto a la pertenencia a la Nación Chichas, se presenta como una exigencia dentro de la normativa para que, gestiones mediante, se logre un reconocimiento constitucional de los Chichas. Entonces luego de contar con este dato y otros requerimientos formales y normativos se debe avanzar hacia la inclusión de la Nación Chichas entre las Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos (NPIOCs) de Bolivia. Más adelante, se deberá lograr la autonomía, alcanzando, por fin, la tan anhelada autodeterminación de los pueblos chicheños. Para ello es importante la participación de los gobiernos municipales chicheños y las organizaciones que se encuentran en este territorio. Lamentablemente, pese a estos logros, luego del censo 2012, las instancias indicadas no continuaron en la profundización del proceso de reconstitución mencionado por lo que aún están latentes varios mandatos de autodeterminación.

Este 2024, Bolivia nuevamente se acerca a la realización del Censo Nacional de Población y Vivienda, por lo que se ha reactivado una campaña por la autoidentificación como perteneciente a la Nación Chichas, que en esta ocasión responde a la pregunta 32 de la boleta censal que establece: ¿Se autoidentifica con alguna nación pueblo indígena originario campesino o afroboliviano? Inmediatamente después de la respuesta afirmativa (SI) abre un espacio para responder NACIÓN CHICHAS. En este sentido, la proyección es que esta gestión se supere las 59.480 personas que se autoidentificaron el 2012 y mantenernos entre las primeras cuatro naciones existentes en Bolivia a nivel poblacional. Lo contrario sería una reducción del dato logrado el pasado censo o peor aún, pasar nuevamente a la invisibilización e inexistencia dentro del acontecer social y político plurinacional. Por otra parte, debemos tomar en cuenta que dentro del escenario de representatividad en la Asamblea Legislativa Plurinacional se cuenta con los escaños especiales correspondientes a las NPIOCs minoritarias, una por departamento; pero que en el caso de Potosí no existe, ante lo cual este escaño de representación debería ser cubierto por la Nación Chichas luego de su reconocimiento pleno.

Lamentablemente, los esfuerzos por la Reconstitución de la Nación Chichas tienen resistencia en algunos sectores minoritarios de nuestra propia población. Posiblemente porque no comprenden aun la importancia de la autoidentificación dentro del censo o el desconocimiento de los elementos aquí planteados. Por otra parte, estas voces contrarias parecen mantener la lógica señorial y elitista de la identidad chicheña, mediante ínfulas españolas e incluso ibéricas, apelando a la negación de nuestros orígenes indígenas con trasfondos discriminatorios y hasta racistas. A partir de este desconocimiento u desorientación, asocian la autoidentificación y el idioma materno con objetivos político electorales que irían a beneficiar a actual partido de gobierno. Sin embargo, no comprenden que el resultado de la autoidentifcación va más allá de los meramente político coyuntural porque la Nación Chichas ha trascendido a diferentes periodos y regímenes desde antes de la colonia, y esta no debe ser la diferencia, mucho menos por argumentos sin sentido y basados en la ignorancia de unos pocos que pretenden mantenernos en el letargo de ilusiones del pasado engañoso o la folklorización superflua que devalúa aspectos determinantes de la identidad.

El paso de la historia demanda que seamos actoras y actores de consolidar mejores días para nuestros pueblos chicheños. Todo ello será posible proyectando senderos de desarrollo en base a lo establecido dentro de las posibilidades reales enmarcadas en la norma y la constitución. El tiempo de la desinformación y especulación debe terminar, debemos emprender un serio y complejo proceso de reflexión sobre la identidad de la Nación Chichas, entendiendo que no solo se trata de disfrazarnos de indígenas para bailar diciendo con perogrullo que somos chicheñas/os, con un total desconocimiento de los trasfondos de ello; solo así podremos despojarnos de la superficialidad de la fiesta y de la nostalgia de nuestra historia para proyectar el futuro de las nuevas generaciones de chicheñas y chicheños. Ha llegado el censo del Bicentenario y la Nación Chichas debe estar a la altura, en miras de seguir haciendo historia con el compromiso y trabajo de su propia gente que vaya construyendo el desarrollo de los pueblos del sur en su ancestral Nación chicheña autodeterminada y reconstituida.


domingo, 17 de marzo de 2024

LOS CENSOS Y LA CONDICIÓN INDÍGENA

 

El territorio del, actual, Estado Plurinacional de Bolivia, históricamente tuvo una población mayoritariamente indígena (con sus variantes conceptuales de india, campesina y originaria, entre otras). Así, durante los diferentes periodos históricos fueron considerados como una amenaza a las estructuras de poder que con la llegada e imposición del régimen colonial se fue sometiendo y excluyendo cada vez más. Dentro de la historia de los censos en Bolivia, podemos remontarnos al realizado el año 1900 bajo la definición de “Censo general de la población de la república de Bolivia”. En este documento encontramos elementos importantes que muestran el panorama de constitución de la población de aquel tiempo. En este sentido se puede identificar a la población indígena que mediante mecanismos de identificación se plasman dentro de los resultados de dicho censo.

Resulta sugerente que el capítulo III se titula como “Razas”, donde se identifica a 4: indígena, blanca, mestiza y negra. Pese a que este documento no realiza un análisis conceptual sobre la categoría indígena, si nos permite tener una aproximación a la presencia de pueblos indígenas que en la actualidad han desaparecido a poco mas de un siglo. Entre estos se encuentran los pampeanos, muchojoenes, chapacuras o quitemocas, cusiquias, mococas, curaves, laips, corabecas, curiminacas, caracanecas, paiconacas, mataguayos, noctenes, dejoses, ocales, malbales, chunupis, chorotis, entre otros que según se conoce llegaban al centenar de pueblos existentes al momento de la fundación de la República. Asimismo, se reporta la existencia de 920.000 indígenas de los cuales el 9% se encuentran en estado de barbarie. Otro aspecto destacable es la advertencia que se hace sobre la desaparición lenta y gradual de la raza indígena, motivada, entre otras causas, por la sequía, el hambre, la peste y el alcoholismo.

Este era el panorama dentro de un régimen caracterizado por el colonialismo interno donde los grupos de elite pretendían, luego de la independencia, seguir minimizando y anulando a la población indígena pese a que esta, históricamente, fue mayoría. Así se reportaba en el primer documento que levantó información estadística en Bolivia, a decir del Informe sobre Bolivia de Joseph B. Pentland en 1826. En dicho documento se refiere: “La gran masa de los habitantes de Bolivia se compone por indios aborígenes que forman tres cuartas partes de la población total o sea cerca de 800.000 almas [de un total aproximado entre 1.100.000 y 1.200.000 registrados en ese momento]”. Aunque Pentland no tomaba en cuenta, dentro de esta cifra, a la población, categorizada entonces como, negra.

Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas, que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación de un proyecto en las elecciones de 2005 y la constitución de un Estado Plurinacional.

El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41%, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 pertenecientes a dicha nación, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

En 2024, mas de una década después como establecen los criterios técnicos, nos aprestamos a un nuevo censo nacional de población y vivienda. Para llegar a este tiempo nuevamente surgieron cuestionamientos y debates desde los categoriales, como la del recurrente mestizo, hasta los político partidarios que apuntan a otros intereses y objetivos como la redistribución de escaños o el pacto fiscal. Mas allá de estos debates macro, se pone en cuestión aspectos determinantes como la autoidentificación de nuestra población que a partir de estos procesos de relevamiento de información demográfica que lleva consigo una serie de aspectos más complejos en un contexto donde se vive un vaciamiento ante un panorama de globalización y transculturización que atentan, también, a nuestras identidades originarias.


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lunes, 22 de enero de 2024

JUEVES DE AHIJADAS/OS


Desde una crítica a la cultura y la identidad en los Chichas se presenta la cuestión del cómo lograr la transmisión a las nuevas generaciones que con el devenir de las tecnologías en procesos de globalización son cada vez más influenciadas, con la consecuente amenaza de la enajenación o aculturación total. En este sentido, nos vamos acercando a una de las fiestas más importantes en la región, que lleva consigo manifestaciones propias y recrea expresiones como las danzas de carnaval a partir de comparsas que bailan al son de las anatas, principalmente. Sin embargo, este aspecto y forma, también, han sido cuestionadas en un careo de lo que sería más auténtico y que confronta a las anatas frente a la caja y el erke como lo mayormente representativo de los Chichas.

En este sentido, siempre podemos acercarnos a lecturas bibliográficas que nos remontan a tiempos pasados que, desde miradas diversas, exponen las formas de celebrar la fiesta del carnaval en Tupiza y que demarcan espacios rurales y urbanos. Cuando leemos a Mario García, observamos una perspectiva citadina del carnaval donde nos muestra la presencia de instrumentos como el piano, armonio, violín, violoncelo, guitarra, mandolina, pandero, bandurria, arpa y concertina; estos eran los instrumentos que acompañaban a comparsas de jóvenes conformadas en estudiantinas y pandillas, donde, según indica, destacaban lo Oray-Kanteños y los Wichay-Kanteños. Asimismo, de menciona bebidas típicas de la festividad donde se encontraban el singani, anisete, vino, oporto, mistela, agua de anchi, cola de mono y la chicha, que acompañaban a los bailes que ocurrían de día y noche en las calles, esquinas y casas de la urbe. En contraparte, el autor describe al carnaval campesino que utilizaba instrumentos propios como ser la anata, quena, caja y sicus, entre otros, citado como el carnaval propio de la campiña. Avanzando en el tiempo, nos encontramos con Aguas Abajo de Eduardo Wilde, constituido en uno de los principales insumos bibliográficos de tinte etnográfico. Aquí, el autor menciona el inicio del carnaval con el ingreso al pueblo de un individuo estrafalariamente vestido que vivía en el campo. Este era el indicador para que toda la población del lugar enloqueciera para comenzar a bailar y cantar en las calles, haciendo ruedas tomados de las manos sin distinción de sexo o clase social. Todo esto se prolongaba por varios días hasta pasado el martes de carnaval, donde al igual que el punto de inicio, con la expulsión del personaje símbolo del carnaval todo parecía volver a lo cotidiano.

Actualmente, en este tiempo de fiesta, se ha demarcado un itinerario recurrente dentro del calendario donde se cuenta con varias actividades preparatorias al carnaval en sí. Así, podemos considerar a dos fechas previas al sábado de carnaval donde se encuentran el jueves de compadres y el jueves de comadres que se han popularizado en casi todo el territorio nacional con algunas variantes en sus formas de manifestarse. Esto mismo ocurre en el denominado Carnaval Chicheño que de manera repetitiva, año tras años, reproduce una dinámica similar que muestra cada vez más una mayor cantidad de anatas en su entrada principal. Entonces, encontramos una fecha sugerente que es celebrada en la parte norte de la Argentina, en lo que se denomina como Jueves de Ahijadas/os y se celebra un jueves antes de compadres, siendo un espacio para festejar a niñas, niños y adolescentes siendo eje principal de la fiesta. En este sentido, resulta interesante esta celebración como un mecanismo que permita incluir a las nuevas generaciones en el carnaval, logrando que conozcan y se apropien de la tradición regional, en todas las expresiones culturales e identitarias de esta fiesta. De manera previa, se deberá recurrir a documentos pasados, como los antes citados, para rastrear los aspectos principales del carnaval en esta parte del país como una estrategia del fortalecimiento identitario de la Nación Chichas dentro de la fiesta del carnaval. Por su parte no debemos olvidar que los espacios del norte argentino fueron parte del territorio ancestral de los Chichas, por lo que un ejercicio de incorporación del jueves de ahijadas/os no representaría una apropiación indebida de lo que se podría considerar costumbres ajenas a nuestra tradición.