Tomando en cuenta un análisis etáreo de la división de los grupos
sociales hacemos una relación con el proceso por el que ha recorrido la
democracia en Bolivia que desde esta perspectiva estaría cumpliendo sus 30 años
y consiguiendo su madurez al encontrarse en el límite de la juventud y la etapa
adulta. A partir de este análisis se debería suponer que atrás se quedaron los
momentos de incertidumbre y conflicto que son característicos de la
adolescencia o el tiempo de ir sentando las bases del porvenir y el futuro, en
la juventud, para su próxima consolidación. Sin embargo, este parangón no es
tan simple ya que los tiempos que tiene la historia de un país no cuentan con
las mismas características de las personas además de que éstos son más largos e
incluso cíclicos por lo cual no se puede establecer una secuencia lineal de su
devenir y sobre todo porque la madurez no es un sinónimo del ser adulto.
Con todo ello, Bolivia
ingresa en sus 30 años de régimen democrático recordando, o tratando de comprender,
lo que fueron los días difíciles de lucha y resistencia por recuperar la
democracia de las ataduras a las que habían sido sometidas por las dictaduras
que se presentaban como una periodicidad casi normalizada en una sociedad llena
de diferencias e inequidades. De esta manera, los que no fuimos testigos
presenciales de estos tiempos tratamos de construir imaginariamente estos
escenarios que pese a todas las adversidades lograron aglutinar en un objetivo
común a una gran mayoría de la población, el cual giraba en la búsqueda de la
libertad y el respeto de los derechos humanos. A partir de este antecedente se
integraron una diversidad de sectores muy plurales que eliminaban otras
banderas y solo levantaban la de la democracia como objetivo principal de la
causa y el día a día. Lamentablemente, luego de esta victoria colectiva se
logró retornar a la democracia que progresivamente se fue enviciando de
diferentes errores y necedades que solo conseguían afianzar pequeños grupos de
poder llenos de beneficios y privilegios en detrimento de gran parte de la
colectividad la cual en su mayoría había sido parte importante del retorno al
régimen democrático.
Contradictoriamente, en
estos mismos días se recuerda lo sucedido en octubre de 2003 durante el
gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, obviamente enmarcado en la democracia,
que paradójicamente ha representado uno de los peores hechos de este periodo
que deja mucho por meditar a cerca del verdadero espíritu democrático y la
forma de entenderlo para el modelo boliviano. Este suceso también representó el
fin del periodo neoliberal que vino de la mano de políticas públicas aplicadas
en los países de la región y que en su paso tuvo diferentes reacciones y
efectos. Para nuestro caso nos introdujo en una crisis estructural y la
búsqueda de la consolidación de otro modelo que adoptó el denominativo de
proceso de cambio, y que en el nivel macro Boaventura de Sousa llama democracia de alta intensidad. Pero una
vez superado este momento lleno de bonanzas, el actual gobierno, que se
encuentra en un segundo mandato, enfrenta otras condiciones que conflictúan la
gobernabilidad en el país por lo que se demuestra que incluso dentro de uno de
los momentos con mayor legitimidad gubernamental y control de los Órganos
estatales la democracia se va reconfigurando a
cada instante y parece encontrar su sentido solo en la capacidad de los
mandatarios para otorgar mejores condiciones de vida a la población. Así, han
transcurrido 30 años de aprendizajes y la búsqueda de maduración; pero lo que
queda claro es que no existen recetas sacramentadas, sino que para poder tener
una democracia coherente los que deben buscar la madurez son los ciudadanos por
que al fin de cuentas la sociedad es su reflejo al igual que su democracia.
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