En los momentos de
retiro existencial se suelen conformar escenas algo interesantes y hasta
performativas donde las relaciones sociales se encuentran mediadas por actores
literarios, a decir de los libros, que vienen desde diferentes fuentes trayendo
consigo una serie infinita de ideas y creencias. De esta manera, se forman las
imágenes más comunes como el lector frente al libro en un cómodo, o no, sillón
de lectura; pero también están escenas más sui géneris como la del lector que
sintiendo la necesidad de la lectura comienza por rebuscar entre su biblioteca
el texto adecuado pero termina por tenderse en medio del desorden de sus libros
que parecen acogerlo entre sus brazos. Así, en esos instantes en los que se
suele perder las inquietudes por el devenir de la vida, los libros suelen
convertirse en una especie de refugios literarios hacia donde recurrir para retomar
los derroteros que reencaminen nuestras vivencias e inyecten un soplo de ánimo
en el tedio del día a día.
Sin embargo, cuando nos alejamos de
este aspecto, cuasi, filosófico y romántico nos ubicamos en una realidad
preocupante donde el interés por la lectura se vuelve algo anecdótico y nada
común dentro de nuestra población. Para ello, seguramente existirán varios
responsables comenzando por el sistema mundial que viene encasillando nuestro
interés por el acontecer presentado por los mass
media por lo cual es poco razonable
que no exista el tiempo para realizar una breve lectura cada día. Asimismo nos
podemos encontrar con el sistema educativo y la labor docente que no genera un
interés en los estudiantes por la lectura, y colateralmente por la escritura,
así nos debemos enfrenar a retos propios por realizar un corte epistemológico
para que estos intereses se conviertan en motivaciones individuales,
dichosamente compartidas con otros similares. Por tanto, los libros se
presentan como mundos abiertos donde encontramos una infinidad de universos que
en sus páginas nos abren las puertas de la creación, esta vez humana. Con la
ampliación del conocimiento y acceso a estos refugios se irán zanjando una
diversidad de problemáticas partiendo de una mayor capacidad de redacción (y
sus bemoles ortográficos) hasta una reducción progresiva de la ignorancia
generalizada. De esta manera, se establecen extrañas relaciones con lo libros
que incluso nos aíslan de forma sugestiva y a su vez son pretextos de nuevas
escrituras como la que sigue.
“Se tomaron dos elementos, papel y bolígrafo;
y empezó todo. Nacieron personas, se crearon lugares; se recordó, se imaginó;
pero algo nuevo ya existe, este algo que puede llegar a ser inmortal si se le
da la oportunidad. En ello, personas muertas vuelven a vivir y las que todavía
viven empiezan a compartir y a convivir con gente que ni siquiera conocen y que
puede estar en lugares tan lejanos; pero es igual, empieza esa vida común que
integra a uno y al otro en uno solo, pueden vivir grandes aventuras, terribles
desgracias, alegrías indescriptibles y una variedad de circunstancias que se
pueden resumir en la vida diaria de cada persona más otra y otra y otra, porque
es infinita. Cuando la relación empieza no sabes qué encontraras y te preparas
para conocer y vivir alguito más en tu vida, brindas diferentes instantes de tu
[existencia] en esa relación, a veces buenos y otros malos; avanzas paso a paso
y te acercas a un final obligado, pero siempre con oportunidad. Cuando te
acercas al final ya conociste a la otra persona y puedes sentir cómo vas [llegando]
a la meta que terminará la relación; sientes que el cuerpo se estremece, el
corazón se acelera, la emoción invade y llegaste a ese punto que es tan
especial. Llegó el punto [terminal] junto al final, puedes sentir tristeza y
alegría a la vez, terminó la relación pero cumpliste una meta. Ahora te debes
(o se deben) separar, no sabes si volverás a encontrarla o tal vez conocerás
nuevas relaciones, unas mejores y otras peores, que te enseñaran a vivir, a
amar, a odiar; pero siempre seguir con esas relaciones, que se crean de la
nada, con gente que ni siquiera conocías pero se dan, de una en otra, siempre
tratando de buscar ese obligado final y después una nueva relación” (“Relaciones extrañas”, EpE 2006).
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