En el momento de emitir el voto, se dice que los
ciudadanos y ciudadanas, otorgan su poder a un representante lo cual es
reconocido dentro de nuestra Constitución Política como democracia
representativa, entre las formas del ejercicio democrático. Sin embargo, este
modelo había quedado anquilosado dentro del neoliberalismo con la generación de
poco interés por los temas políticos el cual solo se circunscribía al hecho de
votar y después dejar que el ejercicio político siga su curso hasta una nueva
convocatoria en las urnas. Este fue una de las exigencias para que en la
actualidad se incluyan formas de ejercicio democrático más directas y
participativas donde la sociedad política y civil no estén alejadas y más bien
tengan una relación constante; aquí es donde ingresan formas como el
referéndum, cabildo y otras para otorgar niveles de decisión a la ciudadanía
que no puedan ser arrebatadas por los servidores de turno, aunque todavía está
el riesgo de cooptación y similares.
Por
otra parte, el que las y los candidatos respondan a una respectiva base social
es una forma de garantizar los mecanismos de relacionamiento posterior a la
elección donde sobre todo ingresa el control social, reconocido también en la
Constitución Política. Aquí se involucran otros actores y actoras sociales y
políticas que tienen una corresponsabilidad con una buena gestión pública
municipal y el seguimiento correspondiente a los órganos ejecutivo y
legislativo, para este caso. De esta manera, la necesidad del respaldo y
existencia de una base social pasa por diferentes etapas las cuales brindan la
legitimidad oportuna para un candidato fortalecido y con un alto nivel de
representatividad. Después será esta misma base la que ejerza el control social
al cual debe responder el o la candidata ya electa y en gestión. Pero se debe
señalar que esta base no es dispersa y sin niveles de vinculación sino que debe
contar con organicidad y capacidad de interpelación de ser necesario, por lo
cual se dificulta la vulneración de obligaciones y responsabilidad en
autoridades municipales.
Hasta hace años atrás, y hoy
todavía en algunos sectores políticos, se acostumbra elegir internamente en los
partidos a las personas que puedan hacerse cargo económico de una campaña y,
claro, un aporte al partido; lo cual no significa grados de legitimidad o
representatividad de uno u otro sector social. Por tanto, sobre la base de unos
10.000 dólares, aproximadamente, se construyen candidaturas en los partidos,
muy lejanos de la población. Así con la caída del sistema de partidos esta
visión se fue cambiando para que ahora sea una necesidad fundamental el
respaldo de bases sociales orgánicas que pertenezcan a grupos poblacionales
importantes y representativos del nivel territorial en cuestión. De esta forma
se pretende elegir a los y las candidatas dentro de elecciones primarias,
fortaleciendo la democracia interna en partidos políticos, para que esta
representación no sea inexistente o imaginaria, dependiente solo de la
pertenencia a una sigla o color político que brinde ese respaldo. Las bases
sociales no son una simple maza, sino que cuentan con criterios y propuestas
propias que permiten ir construyendo una gestión participativa y corresponsable
que logre mejores resultados en los próximos cinco años donde nuevamente
sucederá este proceso democrático con una ciudadanía más madura y con mayor
capacidad de elección donde sea una premisa el voto informado y comprometido.