lunes, 2 de febrero de 2015

LA REVOLUCIÓN SOCIOCULTURAL DE ALFREDO DOMÍNGUEZ

Alfredo Domínguez Romero nació en Tupiza el 9 de julio de 1938. A partir de ese momento es testigo de una serie de facetas y experiencias las cuales fueron vividas en varios espacios de Bolivia y el mundo. De esta manera, tuvo que superar diferentes obstáculos que se iban presentando y que también él mismo buscaba, posiblemente, para ampliar esas experiencias como un proemio de la amplia y compleja obra de la que sería autor posteriormente. Domínguez desde muy temprana edad se fue convirtiendo en una especie de anti héroe libertario, papel que de forma contraproducente le traería muchos reconocimientos que se suman hasta la actualidad. Uno de sus aspectos resaltantes fue en el momento en que decide dejar la escuela para partir rumbo a la Argentina como zafrero donde también trabaja en un circo como cuidador de un mono, luego de haber sido catalogado como “el mal ejemplo” en un sistema educativo caduco y anquilosado. Con este inicio, Domínguez cultivó una serie de semblantes donde estaban el de guitarrista, pintor, grabador, futbolista, actor y otros consolidándose como un artista complejo e integral, pero que fue reconocido principalmente como guitarrista, incluido además dentro de la Enciclopedia de la Guitarra, de Francisco Herrera, como uno de los 10 mejores exponentes del género folclórico en el mundo.

            Dejando de lado las diferentes cualidades de Domínguez, no remitimos a la guitarra que logró trascender fronteras y tiempos, luego de su muerte en Ginebra-Suiza el 28 de enero de 1980. Así, hasta la actualidad su música sigue resonando en los espacios culturales desde los más “elevados” hasta los simples encuentros cotidianos y performativos que se suelen producir de cuando en cuando. No obstante, queda un gran lineamiento por explorar el cual se encierra dentro de las letras escritas por el Genio Indomable donde podemos identificar una lectura muy rescatable de la realidad de la sociedad boliviana entre las décadas de los ’60 y ’80. De esta manera, en primera instancia encontramos una fuerte identificación con sectores populares, campesinos y mineros los cuales eran compañeros del día a día para Domínguez y desde donde emergía toda esta inspiración. Entre las canciones escritas e interpretadas identificamos elementos interpelatorios contra el sistema, el imperialismo y el orden establecido, siempre tan excluyente y vertical. Así, solo como un ejemplo en la canción “No fabriquen balas” Alfredo es capaz de hacer un llamado de atención, en un escenario suizo (desde donde provenía el armamento para el Ejército boliviano), con frases como: “No fabriquen balas/ya no por favor/mueren mis hermanos/y causa dolor” que fue compuesta el mismo instante de su presentación después de haberse producido el Golpe de Estado y la masacre de San Juan.


En el final de su existencia, Alfredo Domínguez sufrió la transformación de persona a personaje con una carga simbólica que ha trascendido hasta nuestros días. Pese a ello, su obra tiene una gran brecha por revisitar y tal vez deconstruir, pero se sigue presentando con revelaciones fundamentales para los sentidos que incluso nos permiten hacer una lectura, desde el campo cultural, de la compleja realidad boliviana y los derroteros que hemos seguido en la búsqueda de una necesaria revolución social. Domínguez tuvo la capacidad de leer ese contexto inmerso entre periodos dictatoriales e inestables para plasmarlos en canciones con letras cargadas de gran sentimiento y compromiso con su pueblo. De esta manera, vamos integrando la obra de Domínguez que nos ayude a complejizar su análisis retornando desde Europa, pasando por Sud América, Bolivia y aterrizar por fin en Tupiza, el origen de toda esta historia personal en la que se refleja una importante cantidad de existencias de niños y niñas que todavía viven en sociedades discriminatorias, excluyentes y violentas; que suman sus voces en la representación de nuestro artista, Alfredo Domínguez Romero.

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