Las pandillas y otras
comparsas con expresiones singulares, tanto en el baile y vestimenta, eran los
principales símbolos del carnaval chicheño (en Tupiza) en años pasados. Sin
embargo, llegó una etapa donde la presencia de grupos provenientes de
comunidades fue el llamado de atención para la recuperación de las formas más
tradicionales y autóctonas del carnaval relegado a otros espacios lejos de la
“urbe”. Así, hace algo más de dos décadas se realizó una explosión en cuanto a
las manifestaciones culturales en un reencuentro entre esta población que se
había puesto muros imaginarios de separación entre un mismo pueblo hermano
justificado por los sesgos inexistentes que podían hacernos ver como diferentes
y que llamativamente, hasta nuestros días, lograron transversalizar prácticas
culturales como el uso de los instrumentos típicos que rompieron con los
estratos sociales, generando una sola comunidad cultural.
En la actualidad, ha
sucedido una serie de modificaciones en cuanto a las formas en las que se
celebra las fiestas del carnaval en la lucha por mantener las singularidades y
particularidades, por tanto manteniendo los elementos fundamentales de la identidad
chicheña. Desde estas cualidades nuestra cultura se relaciona y proyecta hacia
otros espacios en términos de interculturalidad que suelen ser más complejos
que una simple armonía, complementariedad u otros; y más bien ingresan términos
de capacidad y poder como mecanismos de establecimiento de un nuevo orden. Así,
la dinámica cultural es muy variable por lo cual resulta erróneo pensar en
esencialismos o visiones románticas como estancamiento de los procesos sociales.
De esta manera, con el devenir de los años han ido sucediendo interesantes
cambios como ser la aparición de danzas y expresiones provenientes de espacios
andinos, como ser morenada o caporal, entre otros, que fueron matizando el
abanico cultural del carnaval chicheño, como una práctica de interculturalidad.
No obstante, de manera
pendular estas manifestaciones se fueron atenuando hasta casi quedar totalmente
ausentes. En esta misma línea se incrementaron las comparsas de anatas que en
la actualidad son las mayoritarias de todo el listado participante de las
entradas del sábado y domingo de carnaval. En una línea paralela se desarrollan
elecciones de los personajes y representantes de la fiesta como ser la reina,
“cholita” y el rey momo realizados en compadres, comadres y domingo de tentación,
respectivamente, y que pueden caer en cánones establecidos por el sistema encasillando
una especie de prototipos ideales. De igual manera, se viene realizando
entradas de compadres, comadres y la precarnavalera siguiendo parámetros que se
suelen tener en otros espacios del país, lo cual no significa que la innovación
del calendario sea llamativa y posible. Como la última modificación se realizó
una romería con la virgen de Remedios lo cual entremezcla el sentido de la
festividad con lo que se conoce como, una variante de, sincretismo. Sin embargo,
en este último aspecto se corre un riesgo de confundir el sentido del carnaval
chicheño que está muy ligado con el calendario agrícola, y no así con
asociaciones religiosas. Con todo lo descrito, vemos que la dinámica cultural
nos confronta siempre con los retos de la interculturalidad como mecanismo de
replantear de manera permanente los lineamientos que construyen la identidad
colectiva y que a la vez obliga a refrescar nuestras expresiones para mantener
las columnas fundamentales propias sin pecar de soberbia excluyente y
discriminatoria.
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