La visión sobre el ser
hombre o ser mujer ha establecido una jerarquización se sexos y géneros de los
cuales el ser hombre es considerado como superior ante lo cual el opuesto viene
con toda una carga peyorativa y despectiva como si el ser mujer o lo femenino
fuera menos o motivo de vergüenza. A partir de esta lógica se establecen
relaciones de dominación y violencia hacia las mujeres, principalmente, o a
todo lo que se asocia al aspecto “femenino” como una señal de inferioridad.
Así, nos enfrentamos a estereotipos machistas ante los cuales para un hombre es
señal de debilidad y motivo de burla y humillación el manifestar expresiones de
cariño, llanto u otros vinculados a lo que, solo, es cosa de mujeres. Entonces
asociamos el ejercicio de violencia en todos los espacios, tanto públicos y
privados, para aquel hombre que presente estas conductas “anormales”.
Igualmente se generar actitudes de homofobia y acoso escolar enmarcados y
justificados en esa lógica de la inferioridad de las cualidades “femeninas” a
las cuales un hombre no puede asomarse y mucho menos ejercerlas.
En este amplio marco de
realidades y complejidades sociales, se apresta la maternidad que no queda
exenta de estas mismas taras mentales. Así, en el día a día todos los factores
externos se ocupan de profundizar las lógicas retrogradas hacia las mujeres
madres. Como un ejemplo actual y recurrente tenemos que con la aproximación del
día de la madre comenzamos a percibir publicidad sexista que relaciona esta
fecha con la compra y regalo de insumos domésticos como lo inmediato para
relacionar con el ser madre, situación que no ocurre con el padre a quien se lo
vincula con la oficina o la productividad. Asimismo, debemos hacer énfasis en
las responsabilidades hacia los hijos e hijas entregada, por completo, a la
madre o alguna otra mujer próxima en la familia; ante lo cual el hombre es
liberado de estas responsabilidades y queda con el rol de proveedor y generador
de economía siendo este el único aspecto que puede avergonzarlo, cuando este
cumple roles domésticos sin ser generador de economía para la familia. Más allá
de las paredes del hogar queda la sociedad en general que, como ya mencionamos,
es corresponsables de la generación de desigualdades e inequidades con
actitudes muy ajenas y desinteresadas por el bienestar de madres e hijos/hijas.
Aquí, se pueden relacionar aspectos laborales con la maternidad donde esta
responsabilidad repercute en la imposibilidad de asumir trabajos formales, lo
cual obliga a recurrir a la informalidad o subempleos, alejados de lo que
conocemos como trabajo digno y el acceso a seguridad social.
Como una respuesta a esta situación emergen propuestas
como el feminismo o las masculinidades en el objetivo de reducir estas brechas
de desigualdad en las oportunidades o imaginarios respecto de lo que significa
ser mujer u hombre en la actualidad. Asimismo, se trata de desmontar y
deconstruir las lógicas machistas, en ambos sexos, que han estructurado este
tipo de sociedad ajena a la reflexión sobre este tipo de problemáticas y que
solo reproducen, de forma frívola, recordatorios como el 27 de mayo siendo una
muestra de continuidad en estas relaciones de poder, ampliadas por el mercado
que interviene para construir significados a partir de regalos materiales en
los cuales se refleje el cariño, aunque sea enajenado. Entonces, la
construcción, o deconstrucción, del género debe ser una constante para que
podamos incidir en la interpelación de los roles sociales dentro de los cuales
la maternidad deberá ser complementada por una paternidad activa, lejos del
ejercicio de la violencia como sinónimo de padre y más cerca de un amor
maternal con cariño real y sincero hacia niños y niñas que serán los próximos
actores enmarcados en esos roles que replanteen la estructura social así como
las relaciones entre hombres y mujeres.
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