Pretender discutir respecto del origen de la
festividad de Todos Santos puede recaer en un debate, casi, sinsentido ya que
al igual que todos los procesos culturales y el cómo se construyen y establecen
las costumbres y tradiciones, a la larga no suelen ser debates muy productivos.
En todo caso, tampoco vale aclarar que esta es una costumbre “nuestra” en
comparación con su similar de halloween que,
se dice, es foránea; siendo que ambas fueron traídas, en algún sentido, desde
otros contextos culturales. Asimismo, está la nominación como Todos Santos, de
orígenes católicos clericales, incluyendo sutilmente a la Fiesta de los
Difuntos, que no necesariamente son lo mismo o muy similares. Pese a esta
situación, la festividad se fue adaptando y adecuando a nuestros propios usos y
costumbres que en la actualidad es asumida, de forma casi automática, como muy
nuestra aunque como un fuerte resabio de la colonización española. Así, hemos
ido construyendo una serie de elementos simbólicos que parten desde nuestra
idiosincrasia y, aún más, se diferencian entre regiones y lugares dentro del
territorio boliviano.
Con estos antecedentes, haremos un rápido paseo por lo
que significa Todos Santos o la Fiesta de los Difuntos que llegan cada año
entre el 1° y 2 de noviembre como una manera de celebrar y recordar a las almas
de las personas que se fueron hacia otros lugares después de haber
desencarnado. Particularmente en Tupiza, como parte del territorio chicheño,
realizamos el armado de las, denominadas, tumbas las cuales son mesas a manera
de altar donde se incluyen una serie de elementos simbólicos entre los cuales
se incluyen comidas y bebidas que gustaban a la persona fallecida, incluidas la
chicha y aloja, entre otras. Hasta esta parte, pueden existir aspectos
similares a las fiestas que se realizan en otros lugares entre el 1 y 2 de
noviembre. Así, hay que destacar, principalmente, los denominativos utilizados
los cuales son los más variados en espacios regionales. Entonces, hemos mencionados
a las tumbas que se arman y que, por ejemplo, en Cochabamba son conocidas como mast’aku, pero con los componentes
similares. No obstante uno de los más llamativos en las tumbas chicheñas son
los turcos que son muñecos formados por masa de pan y que tienen origen, de su
nombre, algo particular como la similitud de estos con ciudadanos provenientes
de Turquía, según algunas versiones. Estos mismos son nombrados en otros
contextos como urpus o tantawawas.
De la misma manera, una de las mayores
particularidades de la fiesta en los Chichas es la ejecución de los cánticos
llamados lojlos donde hombres y
mujeres acompañados de instrumentos musicales como la flauta, caja y erke,
principalmente, y a veces la guitarra, que brindan los acordes de tan
llamativos cánticos copleros, acompañan a las y los rezadores que caminan en
grupos buscando las almas nuevas y casas abiertas para ganarse las masas
acostumbradas. En este marco, pese a fenómenos socioculturales importantes
vinculados a la globalización y la llegada de celebraciones como el halloween, es grato observar que en los
últimos años hubo un fortalecimiento, tal vez hasta inesperado, de las
tradiciones antes mencionadas donde las familias o amigos y amigas caminan
entre la tarde y noche del primer día de noviembre siguiendo esta herencia oral
y práctica de la manera en que celebramos la fiesta de los difuntos. No
obstante, sería interesante ir deconstruyendo toda la óptica respecto de la muerte,
porque esta vez celebramos un culto a la muerte como parte, todavía,
desconocida de la existencia humana y que tiene consigo una serie de elementos
vinculados a las energías y el retorno de la conciencia en un futuro próximo.
Sin embargo, solo alejarnos un poco de que la muerte sea un hecho generador de
pena, lamento y luto puede ser un sugestivo punto de partida en esta
construcción social que fue armada frente a los desconocido que conlleva el
momento en que cerramos los ojos para dirigirnos a una, temporal, eternidad.
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