El trabajo en sus diferentes formas,
y como un precedente a la generación de ingresos económicos, es una de las primordiales
necesidades de todas las personas, principalmente, cuando se encuentran dentro
de la Población Económicamente Activa (PEA). En ese sentido, en nuestro país la
población busca y aplica diversas
estrategias económicas que sirvan para mitigar los requerimientos mínimos de
subsistencia, a decirse de las necesidades básicas que se redondean en el
refugio, pan y abrigo. No obstante, con esta inevitable búsqueda se suele caer
en formas más crueles de trabajo que se derivan en expresiones de explotación,
y peor aun autoexplotación, donde el trabajo informal entra en cuestión ya que
no tiene mecanismos de regulación y dentro de este ámbito nos acercamos a un
especie de ley de la selva donde se busca la sobrevivencia del día a día, sin
considerarse aspectos mínimos como ser un salario básico así como estabilidad o
seguridad laboral y económica a mediano plazo.
No obstante,
dentro de este magma informal, se presenta otro sector de la población que goza
de cierto nivel de estabilidad al encontrarse dentro de un grupo de empleados
ya sean públicos o privados a los que gracias a la legislación vigente puede
llegar una serie de beneficios de forma, casi, obligatoria y generalizada. Como
un claro ejemplo podemos mencionar el doble aguinaldo promulgado mediante un
Decreto Supremo por parte del actual Presidente del Estado que, entre luces y
sombras, pudo alcanzar una aprobación para su aplicación en todas las
instancias donde se tenga empleados dependientes. Son este tipo de medidas
laborales las que buscan mejorar el rendimiento de los trabajadores, y por
tanto de las empresas o instituciones donde se encuentran, a partir del
reconocimiento por una buena labor. Así se abre una lógica positiva respecto
del trabajo viendo desde una perspectiva estimuladora y no así coercitiva,
premiando el buen desempeño y no sancionando las faltas, a lo que estamos
acostumbrados generalmente.
Con
lo antecedido, debemos realizar el análisis de la perspectiva en la cual se
entiende el trabajo donde con una mayor cantidad de tiempo dedicado al mismo se
cree que se trata de una persona más comprometida y valorable. No obstante,
existen otras aristas que se complementan al carácter laboral dentro las cuales
se encuentran el derecho al tiempo libre y al ocio, los cuales permiten
satisfacer otros niveles de las necesidades humanas que tiene que ver con un
mayor desarrollo espiritual y de autorrealización personal. Así, entra en
cuestión el tema de la vacación colectiva que debería ser considerada dentro
del calendario anual para los que tengan la suerte de ser empleados públicos y
privados para que, por el lapso de un determinado tiempo, se pueda dedicar
momentos valiosos al compartimiento familiar y social en la perspectiva de
poder construir una lógica de comunidad. El ritmo del sistema parece consumir
cada vez más a las personas, las cuales encuentran dentro de sus “cárceles” una
razón de vida, pero se van atenuando otros aspectos del desarrollo humano muy
ligados al disfrute del tiempo libre para dedicarlo a actividades fundamentales
para el espíritu. Las sociedades modernas merecen un respiro en la aceleración
de sus vidas, las cuales han sido absorbidas por la velocidad del sistema para
así poder ampliar el panorama de la realidad y tener un poco más de tiempo y
seguir construyendo el vivir bien individual y colateralmente el colectivo.
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